18.9.11

Desde Ilda hacia mí


Y ya un día dijo: no quiero ser como soy. No quería porque no lo había decidido ella. Era libre, sí, pero no del todo. Nunca había decidido que viviría en la ciudad ni tampoco que lo haría rodeada de otros humanos. ¿Por qué no mejor de lobos? Ahora ya era tarde para ser una especie de Mogli pero a lo mejor aun podía hacer algo. Algo original, que imaginara ella. ¿Y astronauta? ¿Por qué no ser astronauta? ¡Aventurera! Iría sola por los paisajes de la Patagonia en busca de nuevas especies y experiencias. Caminaría por lugares por los que tal vez nunca antes había pasado nadie. Sí… por su hermosa Argentina. También podía hacerse con un barco, llegar a un lugar en donde tan solo viera mar y sumergirse, seguro que Julia o Blas querrían acompañarla, o mejor podría decírselo a ella, a su hija y compartir las grandes ideas que estaban empezando a crecer en su mente.
Pero claro, ahora ya era tarde. Cuando entran y salen enfermeras de tu habitación tratándote de cariño por su puesto que es tarde.  Cuando ya hace un mes que no saboreas comida, es tarde. Y cuando llegas a la planta de terminales te das cuenta de lo tarde que es realmente, porque no te lo esperas, no lo has decidido tú, lo ha hecho el tiempo por ti y solo te queda hacer lo que siempre has hecho y estás destinada a hacer.

17.9.11

Inconscientemente


El grupo se separaba, alejándoles. 

En lo que dura un suspiro, sus brazos se juntan y se deslizan uno por el otro, acariciándose, transmitiéndose mil cosas a través de la piel. Ambas miradas se oponen ya cada una hacia un lado, hacia sus respectivos caminos. Al fin sus muñecas llegan a juntarse, sus manos y después sus palmas. En esa última fracción de segundo algo ocurre, parece que las yemas de sus dedos aúllen de dolor al darse cuenta de su pronto destino, de su separación. 

Cual burbuja, todo explota, haciéndome regresar al presente tras pasar por un vórtice de aire azul.