23.7.10

Noche de AIRE


Un momento divertido aunque con posibles consecuencias. No supe ver más allá de mi imaginación, ella no alcanzaba a comprender que ellos buscaran algo más que una noche de habladurías y comentarios oportunistas. Yo me lo estaba pasando bien, algo que parecía cegarme. Las mentes alarmadas de mis dos amigas me mandaban señales, significaban algo así como ¿Pero qué dices? ¡Para! No sabes lo que haces. Miradas de advertencia, por una parte. Miradas de lobo, por otra.
 
Cuando me di cuenta, cuenta de cómo estaba siendo, de lo que estaban diciendo mis labios, caí en que ya no habría vuelta atrás.
 
Al final, mi idea de habladurías sólo, funcionó. Por suerte.

Obtuvimos momentos cálidos y conversadores experimentados, con ideas diferentes sobre el universo, con vidas muy paralelas a la mía, al menos. Mientras, la luna se deslizaba por el cielo y sus perfumes por el aire. Aparecieron y desaparecieron, como dos sombras cerca del sol. De esas que nunca te volverás a encontrar, y que prefieres que así sea.

4.7.10

Algo ahí dentro que poder dejar fuera

- Mi esposa, mi esposa. ¡Pobre Millie, pobre Millie! No puedo recordar nada. Pienso en sus manos, pero no las veo realizar ninguna acción. Permanecen colgando fláccidamente a sus lados, o están en su regazo, o hay un cigarrillo en ellas. Pero eso es todo.

Montag se volvió a mirar hacia atrás.


“¿Qué diste a la ciudad, Montag?”


“Ceniza”.


“¿Qué se dieron los otros mutuamente?”


“Nada.”


Granger permaneció con Montag, mirando hacia atrás.

- Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado, algo que tu mano tocara de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a dónde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. “No importa lo que hagas – decía-, en tanto que cambies algo respecto a cómo era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre”.

Ray Bradbury. Fahrenheit 451

. . .

Empecé a imaginarme a familiares y amigos. Cada uno tenía “algo” en sus manos o realizaban alguna acción con ellas: escribir, dibujar, arreglar una máquina, tocar una guitarra, representar un papel en una obra, dar una clase... hacían cosas que los representaba, cosas que disfrutaban haciendo o que hacían bien. La mujer de Montag no realizaba ninguna porque estaba vacía por dentro, nada la hacía especial. Así que me puse a pensar a ver si conocía a alguien a quién no pudiera imaginar realizando “algo” con sus manos. Te sorprenderías de la cantidad de gente que llegué a reunir en mi mente a la vez, gente que permanecía con las manos fláccidamente colgando a sus lados, sin intentar hacer nada, sin querer dejar legado.